martes, 20 de octubre de 2015

Mujeres carboneras, Luis Fernández Roces

Ah, si hallara una forma, un tiempo nuevo
para expresar el tiempo
cuando el tiempo no existe,
porque es al mismo tiempo pretérito y presente.
Podría así contar aquel pasado
que ahora mismo sucede
pues que es este momento aquel recuerdo.

Conjugar las palabras y que todas expresen
lo que siento al sentir
la voz de las mujeres y su esfuerzo
cuando cumplen el rito de escarbar,
mientras yo les miraba aquellas manos,
como ramas de otoño,
que buscan una piedra de carbón
e iban día a día envejeciendo;
qué tristeza a tristeza se hacen viejas,
y eran cada día más entrañables
porque son esas manos todas mías.

Mas no estoy en dos tiempos a la vez,
no importa qué formas tome el verbo,
sólo es que veo y siento y que recuerdo
ese hermoso tapiz bordado de lutos,
de mujeres dobladas,
que colgaba del día a contraluz y al aire
de este sitio de minas al que vuelvo.
Iban ya muy temprano y esperaban,
volcaba la primera vagoneta,
y era una escena dura
la de aquella escombrera de castigo,
en medio de un paisaje desconchado,
la voz de las mujeres hecha forma.
Pero ellas trabajaban en silencio
como estatuas talladas en carbón,
o restos de un naufragio en desamparo
en aquel mar nocturno a pleno día.

Llegué a pensar o pienso
(al mirar aquel lienzo tan negro y transparente,
un corazón cansado en cada forma,
más fuerte y con valor ante la vida)
o lo voy a pensar, que estaban solas,
lo mismo que si el mundo hubiera muerto
dejándolas allí.
Y en una noche que se finge día
sus manos escarbaban y escarbaban,
escarbaban el tiempo y no otra cosa.
De espaldas al ocaso, con el ocaso al frente,
por eso siempre a tientas,
las horas poco a poco entre las sombras
se hacían pedestales
para aquellas figuras afanadas
siempre en el mismo sitio,
en la misma tristeza.

Iban así llenándose los cestos
del carbón que buscaban entre tierra.
No sé si ya están llenos, pero hoy crecen
en la vieja escombrera
álamos y abedules, y hay un verdor que asoma
y ennoblece esa tierra que ayer era de mina.

No dejo de pensar que mientras tanto,
aquellas manos delicadas, fuertes
(como un milagro en lucho entre carbones),
que estoy viendo y me duelen
se fueron en soledad y mortales.

Luis Fernández Roces

Segundo Encuentro de Escritores de la Mina. GRUCOMI
Participantes en la excursión del 2º Encuentro de 
Escritores de la Mina organizado por GRUCOMI en 2003

No hay comentarios:

Publicar un comentario